Sabiendo que nadie me entendería, me armé de valor, cerré los ojos y me puse a pensar.
Tan sólo al imaginar, me sentí tan feliz que no me cabían dentro los pensamientos.
Fue entonces cuando decidí sacarlos a luz, y hacerlos realidad.
Desde ese momento, cada día me gusta más ir por la vida, con los ojos cerrados.
No hay mejor vista que la que deseas; y mejor pensamiento que el que imaginas.
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