martes, 19 de enero de 2016

Amor con bigotes y otras pulgas.



¡Buenos días Jacko! le digo cuando me despierta con su insistente pata en mi brazo. Vienes temblando, ¿es que hoy hace frío?. Me mira atento sin pestañear y observa como echo los pies al suelo, comprobando que me levanto. 

No contento con eso, me sigue hasta el baño donde se sienta a ver como me ducho. Incluso lo invito a que se meta debajo del agua, aunque no consigo que lo haga voluntariamente, (Si fuese gato lo entendería). Al vestirme, y calzarme le entra una alegría descomunal que hace sonar su garganta, ladrando enfadado y nervioso.

Sabes que me voy, te quedas de amo de casa. Y no lo digo porque hagas ninguna de las tareas propias de esa profesión, sino más bien porque la dejo enterita "en tus patas".

Lo peor es cuando me planto en la puerta de salida a la calle y me miras, de arriba a abajo, como si fuese a ser la última vez que nos vamos a ver. Siento una angustia parecida a la suya, al pensar que si me ocurriera algo y no regresara, quién se haría cargo de ti. Me entristezco. 


No me despido, es un "hasta luego Jacko".

2 comentarios:

  1. ¡Hola! encontré tu blog en google y me gusta mucho la entrada. Cuando me voy y mi perrito me llora me siento igual que tú. Un saludo :)

    ResponderEliminar
  2. Gracias. Supongo que ellos se quedan solos, y nos echan de menos, no tienen otra forma de expresarlo.

    ResponderEliminar